Long-time readers of Sacred Space Astronomy may recall that in my home diocese, the The Archdiocese of Louisville, Kentucky, we have an Archdiocesan science-faith discussion group. This group grew out of a conversation between Gerry Williger, an astronomer at the University of Louisville, and then-Archbishop Joseph Kurtz.
In time, Eva Gonzalez, the Director for the Office of Hispanic Ministry, contacted the group. Was anyone in the group fluent enough in Spanish to do presentations/classes on topics related to our focus of faith and science? Fr. Pat Dolan, a chemist in the group, is fluent in Spanish. He arranged to do a presentation to a group of young people (high school and college age). Gerry is also fluent in Spanish, so he attended, and I went, too (even though my Spanish is limited to what I can do with the aid of technology).
Ms. Gonzalez noted that a common question was regarding apparent conflict between Genesis and science. And, in a breakout session following the presentation by Fr. Dolan, students asked me the same question. I answered them, but thought I could clarify what I said to them at the time, so I wrote up the following for Ms. Gonzalez. This appeared in the Archdiocesan newspaper, The Record, in the English and Spanish you see below.
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“Doesn’t science, like evolution and the Big Bang, conflict with Genesis and Adam and Eve?” This question was posed to me at a Science and Faith discussion session for young people, held by the Archdiocesan Office of Hispanic Ministry in April.
Catholic Christian thinkers have long said that Genesis is not a literal description of the creation of the universe. St. Augustine, the great African bishop who lived more than 1500 years ago, asked how there could be literal “mornings” and “evenings” on the first three days of creation, when Genesis says God made the Sun on the fourth day. St. Thomas Aquinas, the great Italian thinker who lived almost 1000 years ago, asked how Genesis could literally call the Moon one of the “two great lights” in the sky, when astronomers knew, even in Aquinas’s time, that stars are much larger than the Moon. Both great saints concluded that Genesis is a spiritual or somewhat poetic description of creation. Both concluded, citing scripture that speaks of God creating all things together (like Ps 33:9), that God probably created the universe and everything in it, including time itself, all at once.
In Augustine’s time, and Thomas’s too, scientists thought that the universe had no creation, contrary to Genesis. Scientists thought the universe had always existed, eternal and unchanging. They also thought that life was spontaneously generated from matter, so that small living things like mice or frogs were always springing forth from the mud. Small creatures might then evolve into larger creatures. Thus, different groups of human beings might have arisen separately, contrary to Genesis, having no more in common than do cats and dogs.
But starting in the 17th century, various scientific discoveries involving matter and motion, light, heat and gravity led scientists toward the idea that the universe had not always existed, but instead had a beginning. In the 1920s a Catholic priest, the Belgian physicist Fr. Georges LeMaître, developed from Einstein’s theory of gravity what we now call “The Big Bang Theory”: that everything in the universe, including time itself, emerged all at once from a tiny dense state on “a day without a yesterday”, evolving over time to be the universe of today.
Likewise, scientific discoveries involving living things and their reproduction led scientists toward the idea that life always comes from life (from parents), and nothing just springs from mud. Science today cannot explain how life first formed (some day it might). But discoveries have nevertheless led scientists to conclude that more complex life has evolved from less complex. That includes human beings, at least insofar as our bodies are concerned, but science also indicates that all human beings share a common origin; we are all of one family.
Yet if we humans did evolve from less complex life, then language, art, music and mathematics all indicate that at some point human life became more than mere bodies. Scientifically speaking, our bodies are evolved finite bags of mostly water hosting complex chemistry. How do such bags conceive of and explore, for example, an infinite concept from mathematics like π (‘pi’)—something beyond physical measurement? Humans clearly can explore the infinite mathematically, thus we must be more than just our finite bodies.
No, science does not conflict with Genesis—no more than mornings and evenings conflict with no Sun. Catholic tradition does not read Genesis literally, while science today supports important ideas from Genesis like the universe having a beginning, and all people being of one family.
“¿No entra la ciencia, como la evolución y el Big Bang, en conflicto con el Génesis y Adán y Eva?” Esta pregunta me fue planteada en una sesión de discusión de Ciencia y Fe para jóvenes, celebrada por la Oficina Arquidiocesana del Ministerio Hispano en abril.
Los pensadores Cristianos Católicos han dicho durante mucho tiempo que Génesis no es una descripción literal de la creación del universo. San Agustín, el gran obispo africano que vivió hace más de 1500 años, preguntó cómo podía haber literalmente “mañanas” y “tardes” en los primeros tres días de la creación: Génesis dice que Dios hizo el Sol no hasta el cuarto dia. Santo Tomás de Aquino, el gran pensador italiano que vivió hace casi 1000 años, preguntó cómo el Génesis podría literalmente llamar a la Luna una de las “dos grandes luces” en el cielo, cuando los astrónomos sabían, incluso en la época de Aquino, que las estrellas son mucho más grandes que la Luna. Ambos grandes santos concluyeron que Génesis es una descripción espiritual o algo poética de la creación. Ambos concluyeron, citando las escrituras que hablan de Dios creando todas las cosas juntas (como Sal 33: 9), que Dios probablemente creó el universo y todo en él, incluido el tiempo mismo, todo a la vez.
En la época de Agustín, y también en la de Tomás, los científicos pensaban que el universo no tenía creación, contrariamente al Génesis. Los científicos pensaban que el universo siempre había existido, eterno e inmutable. También pensaban que la vida se generaba espontáneamente a partir de la materia, de modo que pequeños seres vivos como ratones o ranas siempre brotaban del barro. Las criaturas pequeñas podrían evolucionar en criaturas más grandes. Por lo tanto, diferentes grupos de seres humanos podrían haber surgido por separado, contrariamente al Génesis, no teniendo más en común que los gatos y los perros.
Pero a partir del siglo 17, varios descubrimientos científicos que involucran materia y movimiento, luz, calor y gravedad llevaron a los científicos hacia la idea de que el universo no siempre había existido, sino que había tenido un comienzo. En la década de 1920, un sacerdote Católico, el físico belga P. Georges LeMaître, desarrolló a partir de la teoría de la gravedad de Einstein lo que ahora llamamos “La teoría del Big Bang”: que todo en el universo, incluido el tiempo mismo, emergió de una vez de un pequeño estado denso en “un día sin un ayer”, evolucionando con el tiempo para ser el universo de hoy.
Del mismo modo, los descubrimientos científicos que involucran a los seres vivos y su reproducción llevaron a los científicos hacia la idea de que la vida siempre proviene de la vida (de los padres), y nada brota del barro. La ciencia de hoy no puede explicar cómo se formó la vida por primera vez (algún día podría hacerlo). Sin embargo, los descubrimientos han llevado a los científicos a concluir que la vida más compleja ha evolucionado a partir de menos compleja. Eso incluye a los seres humanos, al menos en lo que respecta a nuestros cuerpos, pero la ciencia también indica que todos los seres humanos comparten un origen común; todos somos de una familia.
Sin embargo, si los humanos evolucionamos a partir de una vida menos compleja, entonces el lenguaje, el arte, la música y las matemáticas indican que en algún momento la vida humana se convirtió en algo más que meros cuerpos. Científicamente hablando, nuestros cuerpos son bolsas finitas evolucionadas de agua que albergan química compleja. ¿Es posible que simples bolsas como estas conciben y exploran, por ejemplo, un concepto infinito de las matemáticas como π (‘pi’), algo más allá de la medición física? Los humanos claramente podemos explorar el infinito matemáticamente, por lo que debemos ser más que solo nuestros cuerpos finitos.
No, la ciencia no entra en conflicto con el Génesis, no más que las mañanas y las tardes no entran en conflicto con un Sol que aún no existe. La tradición Católica no lee Génesis literalmente, mientras que la ciencia de hoy apoya ideas importantes del Génesis: que el universo tiene un comienzo, y que todas las personas son de una familia.